Un médico de Marianao.

"Casi todos los médicos tienen su enfermedad favorita", escribió alguna vez Benjamin Franklin. Esta es mi enfermedad: escribir. De Marianao al Canadá, curando gente, opinando del calor, la nieve, las ciudades y enfermando de ideas personales.

sábado, febrero 13, 2010

La historia de la señorita Equis (parte primera).


La señorita Equis pudiera considerarse una persona bendecida por Dios. Tuvo la gracia de nacer en uno de esos países fríos al norte del río Bravo y desde sus primeros días en este planeta tuvo acceso a varios de los privilegios reservados a los nativos de esta parte del mundo. Su infancia fue agradable. No hubo grandes conflictos entre sus padres, el señor Equis trabajaba en una mina próspera y ganaba suficiente dinero para proveer la familia de las cosas básicas como también de los lujos que facilita el dinero. La señorita Equis disfrutó de cuanto artefacto tecnológico, juguetes y placeres ofrecía el mercado. Su madre, la señora Equis, era maestra de nivel secundario. Su profesión le brindó la oportunidad de criar a sus hijos con la paciencia y sabiduría descrita en un libro de sicología para educandos. En la adolescencia de la señorita Equis comenzaron los primeros síntomas. Le era difícil sostener buenas relaciones con sus compañeros de clase. La maestra se quejaba de que siempre la veía sola, los varones a veces se mofaban de ella por la seriedad que mantenía, y alguno que otro se burlaba del incipiente grosor de su cuerpo. En las noches, en la soledad de su cuarto lloraba mucho, pensaba en jóvenes hermosos que la cortejaban con galantería y le regalaban flores y poesías admirativas. Sin embargo los ataques de sobresalto de presión en el pecho y la falta de aire le ocurrían con frecuencia. Ya en el preuniversitario los síntomas se convirtieron en algo más obvio. El grosor de su cuerpo adquirió límites de insalubridad, al igual que el hábito de ingerir cantidades exageradas de patatas fritas, chocolates y cuantas comidas rápidas y fáciles de hacer encontraba. La burla de sus compañeros de clase se incrementó, al igual que su alejamiento del mundo. Por aquel entonces sus padres se preocuparon mucho y empezaron las visitas al doctor. El diagnóstico fue esperado: depresión clínica con elementos obvios de ansiedad y fobia social. Su madre sugirió las primeras drogas antidepresivas que el buen doctor prescribió al igual que las necesarias sesiones de psicoterapia. Inicialmente el progreso fue bueno, de alguna manera empezó a hacer amigos y descubrió una etapa nueva en su vida donde el amor se presentó en la forma de un joven tan inadaptado como ella, pero al menos alegre. Aquello le proporciono una visión diferente del mundo. La primera vez que introdujo el humo azulado del cannabis en sus pulmones se sintió especial. Esa noche relajó sus tensiones, echó a volar todos sus sueños y se entregó al placer del cuerpo de su novio. En su mente pensó que este había sido el día real de su nacimiento y algo dentro de ella le reafirmó la decisión de jamás volver a su estado anterior. Tras las sesiones del cannabis llegaron otros experimentos, la éxtasis le hacía volar muy alto, pero después del vuelo le volvían la sensación de presión en el pecho y la falta de aire. Con la cocaína el placer era corto pero lo suficiente fuerte como para revivir la experiencia de la noche de su segundo nacimiento. Así pasaron algunos años; cada vez era más fuerte el patrón de uso y abuso de aquellas sustancias. Las tabletas antidepresivas permanecían olvidadas en alguna gaveta de su cuarto. Ya no las necesitaba. Con las drogas recreativas había encontrado la respuesta a todas las angustias de su adolescencia y ya sentía que era muy tarde para vivir sin el extra químico del placer ilegal. En una noche fría y blanca de aquel invierno le volvieron las angustias. Lloró como nunca antes, se sintió infeliz una vez más, y a pesar de los toques de cocaína el malestar se incrementaba. Fue entonces que pensó en suicidarse por primera vez. El impulso se acrecentó y luego de varias horas, implementó el plan.

7 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Unf, que triste final. Y todo por no organizar bien su vida.

Saludos cordiales,

Hasta pronto.

Belén Manrique Castaño dijo...

Solo espero que no haya sido real esta demasiado triste.

Robe dijo...

Gracias Pluma Roja Y Belen por leer esta entrada. La historia es real pero a la vez es la historia de varias personas. Espero que continue la serie.
Robe

Anónimo dijo...

Un poco tragico pero creo que pasa en muchos lugares,, seria interesante saber como continua la historia y aprender algo de ella.
Saludos Doctor y mucha salud para usted y su familia

Rodrigo Kuang dijo...

Así es. Una historia que no por repetida en este mundo deja de ser perturbadora y poética. Lo que la hace más impactante aún es la certeza de que se trata de personas reales.

Manel Aljama dijo...

una historia narrada de forma aséptica y asertiva, en tercera persona y desde el punto de vista del narrador. También le da un cierto toque de ironía que nos avanza el devenir del personaje.
Espero leer la continuación.

cubangerman dijo...

es una triste historia que puede pasarnos mas rápido de lo que pensamos,por eso seamos amigos de nuestros hijos y sobrinos,formemos parte de ese mundo al que también pertenecimos,del que también fuimos parte,comprension comunicación y amor esa es la receta,en mi opinión cosas que le faltaron a la señorita equis