Un médico de Marianao.

"Casi todos los médicos tienen su enfermedad favorita", escribió alguna vez Benjamin Franklin. Esta es mi enfermedad: escribir. De Marianao al Canadá, curando gente, opinando del calor, la nieve, las ciudades y enfermando de ideas personales.

domingo, mayo 29, 2011

Ballenas



Comencé la década de los ochenta con los juegos olímpicos de Moscú a mi espalda y la agradable sorpresa de la primera novia, el primer beso francés y la inagotable secuencia de dolores de cabeza que le sucedieron. En el departamento de la música romántica teníamos un número de cantantes extranjeros prohibidos por el gobierno de Fidel Castro, quiénes seguramente habían cometido algún tipo de crimen imperdonable en contra de la revolucion socialista. Adolescente al fin, la política oficialista me resbalaba olímpicamente y literalmente pasaba las 24 horas del día pendiente de mi novia y la música que me hacia vivir el nuevo capítulo de mi vida sentimental.
Roberto Carlos se destacaba entre aquellos cantantes prohibidos. Sus letras alimentaban mis fantasías y la dieta abundante de besos franceses y calentones no asistidos. La canción Ballenas era una de mis favoritas, el texto parecía diferente al resto de sus canciones y aun cuando la interpretaba con su voz melosa y de fuerte acento portugués, algo un poco más transcendental se podía entrever en el texto.
Puedo asegurarles que el concepto ecologista aun no estaba plenamente desarrollado en mí. Sin embargo la imagen del pescador culpable, mirando las fotos de ballenas extinguidas y buscando alguna razón lógica para explicarles a sus nietos de la desaparición de la especie, me consternaba.
Con el paso años los gustos musicales evolucionaron. A la primera novia le sucedieron otras y con cada una de ellas, nuevas canciones y artistas diferentes. Pero cuando se pasa de los cuarenta años y la crisis de la mediana edad se avecina y los cuestionamientos sobre la propia mortalidad se establecen, es inevitable mirar hacia la propia vida con nostalgia.
En un reciente viaje a Puerto Vallarta, México tuve al fin la oportunidad de ver libres y en su medio natural a las ballenas Jorobadas, una de las muchas variedades de los grandes cetáceos. Para mi gran agrado ya esta especie no está en peligro de extinción, el guía de la expedición me aseguró el conteo de sus números es prometedor y aunque aún se encuentran en la lista de especies en peligro, se les augura un futuro garantizado.
Las cuatro horas que duró la expedición fueron un festín de la memoria y la imaginación. Allí estaban las famosas ballenas de Roberto Carlos y con cada resoplido y coleteo de estas, regresaban las fiestecitas del preuniversitario, la primera novia y el sabor de los primeros besos franceses.
Francia no sabe del legado que ha dejado al mundo con su euforia de efluvio y romanticismo. Roberto Carlos, ya en su senectud, no debe saber de la influencia que una de sus simples canciones ha tenido en el mundo de la ecología y el conservacionismo.
Gracias entonces por el bello texto y que aquellas colas sigan expuestas al viento sin peligro y disponibles para las próximas generaciones.







Fotos del autor. Puerto Vallarta, Mexico 2011