Un médico de Marianao.

"Casi todos los médicos tienen su enfermedad favorita", escribió alguna vez Benjamin Franklin. Esta es mi enfermedad: escribir. De Marianao al Canadá, curando gente, opinando del calor, la nieve, las ciudades y enfermando de ideas personales.

lunes, diciembre 28, 2009

Sobre los avatares del destino.

Nunca creí en los designios del destino.
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Mirar, callar y reírme a carcajadas fue siempre la mejor estrategia para compensar la falta de aventuras y escapar de la rutina inértica de mis primeros 32 años.

Sin embargo, en el 98 las cosas empezaron a cambiar un poco. Tras el pedido urgente de médicos por el gobierno sudafricano, unos cuantos de nosotros decidimos intentar la travesía y cruzar la imponente barrera del idioma tanto como el misterio de las costumbres de otro país. En Sudáfrica conocí el verdadero significado de la palabra racismo y el odio que un hombre puede sentir hacia otro por el solo hecho de hablar lenguas diferentes y adorar dioses distintos.

Con espanto vi la muerte y la locura. De las garras de la violencia social y el espíritu corrompido de ese capitalismo colonial y contradictorio, emprendí el viaje sin retorno a las luces de la democracia y a la paz que simplemente emana de la palabra libertad.

Ahora vivo en un pequeño pueblo del Canadá donde el aire y el frío cortan las ganas de respirar. A pesar de la propaganda retórica de los ideólogos del inmovilismo confieso no haber visto un solo acto de insensibilidad humana. Este es un capitalismo total, de libre empresa, pero con un toque de igualitarismo social que nunca experimenté en Cuba.

Ya no me quedan reminiscencias de aquella idea barbárica y vil de la sociedad de consumo. Mi antiguo ideal de comunismo verde olivo y melodramático se ha desplomado como un castillo de naipes; hoy me siento pleno y puedo decir a los cuatro vientos que al fin vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre (como bien dijo un difunto poeta cubano) en esta tierra y en otras, en este instante.

Sin embargo cada mañana tengo que mirar hacia el lago congelado que está opuesto a mi casa. Al parecer, por los avatares del destino, tendré que habitar un buen tiempo en este pedazo de hielo.

Algún día volveré a mi rincón querido y ojalá las nieves del tiempo no hayan derrotado mi fe, ni el verano se me haya ido cantando la vieja copla del manisero.

Como diría Sir Willian Osler: Nothing in life is more wonderful than faith.

2 comentarios:

cubangerman dijo...

Y volver volver volver,si asi fuera?quien sabe,recuerda que al lugar donde has sido feliz,.bueno ya el final te lo sabes péro lo que realmente es cierto es que de allí somos,somos de allí y ni los hielos del canada o europa,ni los leones y elefantes del cebrapark en cradow nos van a apartar de nuestras herecías.somos lo que somos
como diria cheo malanga,no hay mas na..........

BELMAR dijo...

;)