Un médico de Marianao.

"Casi todos los médicos tienen su enfermedad favorita", escribió alguna vez Benjamin Franklin. Esta es mi enfermedad: escribir. De Marianao al Canadá, curando gente, opinando del calor, la nieve, las ciudades y enfermando de ideas personales.

domingo, junio 20, 2010

El trovador y la silla tentadora


Silvio Rodríguez siempre ha inducido, voluntaria o involuntariamente, un sentimiento de ambivalencia entre sus seguidores. A Silvio sencillamente lo amas o lo odias o en el mejor de los casos una combinación de ambos sentimientos. En mi opinión su mayor contribución a las esperanzas de su generación fue decir poéticamente todo lo que la juventud progresista mundial y local anhelaba. Con un lenguaje metafórico único y aliado a la sonoridad de un estilo musical heredado de la trova tradicional cubana, el poeta nos puso en sintonía con el buen gusto lírico y la forma de decir cosas que muy bien supieron burlar la incipiente y férrea censura castrista. Aun se debate el real destinatario de su canción más famosa Ojalá donde muchos infieren que el gobierno de difuntos y flores mencionado en el texto corresponde directamente al del despiadado y sanguinario dictador que ha controlado a Cuba por más de 50 años.
Como hombre de pensamiento todos creímos que Silvio evolucionaría cuando los más comunistas del mundo se unieron y derribaron a golpes de mandarria el simbólico muro de Berlín y luego en cuestión de 2 años la Unión Soviética desapareció y la creación de estados de pluralidad se convirtió en la nueva realidad de la gran Europa. Fue entonces que Silvio compuso su peor canción El necio , en la cual hace un planteamiento de claro apoyo a la dictadura, evidenciado en el verso más notable donde dice Yo me muero como viví, de esta forma cerrando filas con los dictadores y dándole un espaldarazo al proceso involucionador de éstos.
La muerte física de Silvio no apagará su obra contundente. Sin embargo y a mi modo de ver, ya hace más de veinte años que echó su suerte a rodar y de alguna manera eliminó algo dentro de nosotros que muy difícilmente podrá resucitar: la fe en sus canciones y la percepción de la coherencia substancial e indistinta del hombre y su poesía. Esa doble condición de poeta vivo pero espiritualmente muerto va más allá de la metáfora de sus canciones. Silvio ha encontrado la silla tentadora que lo ha invitado a sentarse en el medio del camino inhóspito de la dictadura y sin la casaca heroica de sus compatriotas